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Psicología del inversor.

Gestionar un patrimonio requiere amplios y meticulosos análisis sobre empresas y ello dentro de un contexto económico mundial. Cada vez necesitamos más conocimientos de economía y empresariales para operar en un entorno muy cambiante, la calidad de la información es de vital importancia así como su interpretación. Esta necesidad de información me recuerda aquel fragmento de Mark Twain “dos cosas tengo claras: una que para ser piloto en el río Missisipi un hombre tendría que aprender más de lo que a nadie le esta permitido conocer, la otra que tendría que aprenderlo todo de nuevo y de manera distinta cada veinticuatro horas”.

Pero además del conocimiento del mercado nos encontramos que la bolsa tiene un componente psicológico muy fuerte y sus movimientos son difícilmente predecibles, explicables y menos aún cuantificables. Las emociones intervienen en nuestras decisiones de inversión, por lo que el peor enemigo del inversor no es el mercado sino él mismo. Hay procesos emocionales que desvirtúan las conclusiones y no operamos correctamente. Las emociones dominan las decisiones y se basan más en la posibilidad que en la probabilidad, por lo que a medida que aumenta la emotividad se es menos sensato.

Los inversores suelen perder el sentido de la proporción y los precios fluctúan en función de la avaricia o miedo de los participantes y en esos momentos hay muchos movimientos que se explican mejor en el terreno psicológico que en el económico, Daniel Kahenman (Premio Nóbel 2002) y Amos Tversky en su trabajo de la Teoría de la Perspectiva nos dicen que hasta las personas más inteligentes y preparadas cometen errores de forma constante en el momento de la toma de decisiones financieras y sus estudios revelan que la falta de lógica en estas decisiones no son la excepción sino la regla.


Efecto House Money

Es un término propio de los juegos de azar pero muy aplicable a la Bolsa. Un inversor en el casino suele apostar de forma más imprudente con el dinero ganado en el juego que con el que traía de casa. Un inversor que ha tenido suerte en sus inversiones y tiene unas plusvalías suele asumir mucho mayor riesgo que con el dinero que traía de casa. Cuando los inversores acumulan grandes plusvalías pierden el miedo a posibles pérdidas pues si estas llegan no lo consideran pérdidas, sino menos beneficios. “Saber retirarse cuando se esta ganando. Es lo que hacen los jugadores profesionales. Tan importante es una lúcida retirada como un ataque esforzado. Hay que poner a salvo los éxitos cuando hubiera bastantes, incluso cuando fueran muchos. Un éxito continuado fue siempre sospechoso, es más segura la buena fortuna alterna. La fortuna se cansa de llevar a uno a cuestas durante mucho tiempo” Baltasar Gracian.


Sesgo de los reciente y retrospectivo

Sesgo de lo reciente consiste en que hacemos proyecciones para un futuro basándonos en un plazo de tiempo reciente muy corto, posiblemente desde que operamos en bolsa o tenemos más conocimiento de ella. Un inversor que ha entrado en el último ciclo alcista es muy posible que opine que cualquier corrección es un buen momento para comprar.

El sesgo retrospectivo es lo que llamamos coloquialmente “a toro pasado” que nos hace pensar que una vez ocurrido ya lo sabíamos. En esto se llevan la peor parte los Ministros de Economía, ya que una vez analizamos los acontecimientos pasados, lo hacemos fuera de contexto por lo que lo vemos como grandes errores. Cualquier venta de activo por parte de un Estado (acciones, oro) o devaluación de la moneda, será juzgada de forma muy diferente años después que cuando se produjeron. En el inversor además de analizarlo fuera de contexto tiene una memoria muy selectiva y recuerda solo las operaciones que podían haber sido éxitos.


Confiar excesivamente en los conocimientos

En periodos de Bolsa alcista y si acompaña la suerte (muy necesaria en la inversión en Bolsa) las veleidades de la memoria y la cosmética de la autoestima nos da la sensación de tener una gran seguridad y haber encontrado el modelo adecuado; con esta percepción prestamos mas atención a aquellos hechos que confirman nuestras creencias que a aquellos que la desmienten. Una Bolsa alcista acompañada de la suerte puede parecerse a conducir bajo efectos etílicos. En estas condiciones se recuerdan las decisiones de inversión acertadas y nos olvidamos de las equivocadas.

Cuenta la historia que un general romano, que llegaba triunfante a Roma donde era esperado por toda la ciudad, llevaba un esclavo detrás diciéndole “recuerda que solo eres un hombre”. El éxito nos lleva a pensar que el mejor analista es uno mismo.

Los errores se pagan caros y aunque solemos buscar los grandes aciertos, los mejores resultados suelen ser del que comete menos errores.

El Titanic no lo hundió un iceberg, sino el exceso de confianza. Cuando hacemos balance de nuestros éxitos, tendríamos que hacerlo también de nuestros fracasos y lo que se ha aprendido de ellos. Se aprende más de los fracasos que de los éxitos. El fracaso seguido de una acción reflexiva es una gran fuente de experiencia.


Mantener valores en caída y vender los de beneficios

Independientemente del perfil inversor, tenemos tendencia a vender acciones que nos dan buenos resultados y en cambio conservamos las que nos dan perdidas, uno de los motivos suele ser que no son perdidas hasta que no este formalizada la venta y no hemos de sufrir por haber hecho una mala inversión. En cambio jugamos con ventaja porque solemos comparar nuestros resultados con los de los gestores profesionales y ellos han de contabilizar a valor diario incluyendo una posible devaluación si la inversión se ha hecho en otra divisa.

Cuando tenemos pérdidas en un valor nos cuesta admitirlo y no solo no corregimos el error sino que compramos más, esta conducta tiene más que ver con el orgullo herido que con una estrategia de inversión.

Hay que evitar tener ganancias de pobre y pérdidas de rico. Admitir el error es el primer paso hacía el éxito. También se le conoce como error militar ya que en esta faceta se comete mucho. La historia está llena de batallas en la que un general lanza a sus soldados contra el enemigo y por un error de táctica pierde más soldados de los previstos y se le presenta el siguiente dilema: una retirada y reconocer un error o seguir la estrategia inicial. Esta última decisión es la errónea y se toma no solo por no reconocer el error, sino por no aceptar que las primeras muertes fueron inútiles.

En inversión les ocurre más a los Gobiernos que emprenden grandes proyectos y prefieren seguir gastando porque el error es menos visible a los votantes que si se deja el trabajo empezado. Este tipo de error esta muy bien analizado por el filósofo y ensayista José Antonio Marina en sus trabajos sobre Inteligencia fracasada.

Warren Buffet es conocido por sus inversiones a largo plazo, aunque se sabe a través de los libros que se están publicando que cuando ve una inversión errónea no persiste en su error y prefiere retirarse.


Aplicar normas generales

Los gestores profesionales utilizan complejos sistemas de análisis que el inversor particular cree que puede sustituir aplicando unas normas generales sencillas.

Una norma generalizada es comprar valores que han caído mucho con la confianza de que volverá a subir, este tipo de conducta se le conoce como “anclaje”. Se le da este nombre porque el dato que teníamos conocido queda (anclado) retenido en la mente y difícilmente nos alejamos de él. Si el suceso ocurrido es puro azar, incidente terrorista o causas aisladas suele haber un regreso a la media pero son dos causas distintas. La primera suele estar relacionada con la cuenta de resultados por lo que la acción puede estar bajando hasta que no se arregle esta situación. Cuando un valor baja continuamente y se compra ponderando a la baja, sin mirar los datos financieros, se incurre en la”falacia del jugador”. Esta consiste en la creencia de que si ha salido 3 veces cara lo mas probable es que la cuarta salga cruz, realmente la cuarta tiene las mismas posibilidades de salir cruz que las anteriores, el 50 %. Otra cosa es que lanzamos la moneda muchísimas veces tiende al 50 %. Pero en inversión las pruebas no pueden hacerse tantas veces, ya que el dinero es finito. Por lo que, recordando a Keynes "los mercados pueden permanecer irracionales mas tiempo de lo que uno puede mantenerse solvente”.

Reparto de dividendos

El dividendo es la parte de los beneficios que la sociedad decide repartir entre los socios (PAY-OUT). Diversos estudios demuestran que un porcentaje elevado de empresas que reparten tradicionalmente buenos dividendos tienen buena evolución en bolsa. Pero no quiere decir que sea una norma de aplicación general, sobre la importancia del reparto de dividendo hay estudios esclarecedores de Premios Nóbel:

Modelo Millar y Modigliani demuestran que la política de reparto de dividendos es irrelevante en el valor de las acciones ya que este viene determinado por la capacidad de generar beneficios, política de inversiones y tipo de riesgo y no de lo si los beneficios son repartidos o retenidos.

El modelo Gordon Saphiro nos dice además que si la empresa no los reparte se creará más valor para el accionista. De lo que se deduce que la política de reparto de dividendos es importante pero no nos debe llevar a engaño, lo que realmente importa son los beneficios de la empresa y naturalmente desde el inicio de la cuenta de resultados partir del Ebitda.

Supongamos que una empresa tiene un único accionista y cree en su empresa que le ofrece una buena rentabilidad, salvo que haya unos motivos personales, este empresario lo más probable es que no reparta dividendos ya que no descapitalizaría la empresa para llevar el dinero a un proyecto menos rentable.

Cuando una empresa consigue un beneficio por acción de 10 euros el accionista suele estar más contento si percibe 3 en forma de dividendo y 7 en forma de plusvalías latentes que los 10 euros de plusvalías. De la misma forma en caso de pérdida de 10 euros le es menos penoso un dividendo de 3 euros y unas minusvalías de 13 euros que unas minusvalías de 10 euros. La percepción del accionista es distinta aunque financieramente sea igual.

La teoría de la Perspectiva nos dice que con los mismos parámetros, un cambio del punto de vista puede alterar la decisión.




Fuente: Cristobal Cardenas Torres


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