No comprar y vender constantemente: los inversores que dan menos rotación a
su cartera suelen obtener rentabilidades mayores.
- Invertir simplemente porque una empresa es conocida o nos gusta no es el
camino seguro para el éxito. Lo que cuenta son los estados financieros.
- No seguir a las masas: la envida por la rentabilidad que están consiguiendo
los demás puede ser uno de los motores más potentes para crear burbujas.
- Diversificar: Uno de los pecados más comunes es el de invertir todo el dinero
en una o dos acciones. Mediante la diversificación se puede atenuar el riesgo de
que una empresa de nuestra cartera sufra un shock.
- Reconocer los errores: cuando cae la cotización de una acción en la que hemos
invertido solemos ser reacios a vender en pérdidas esperando que con el tiempo
la acción se recupere e ignorando las señales de alarma y las noticias que nos
pueden estar indicando que nunca más volverá a alcanzar el precio de compra.
- No seguir la tendencia en precio de las acciones: muchos inversores tratan de
determinar el precio futuro de las acciones basándose en la historia reciente de
la cotización de la acción. Hasta el día de hoy no existe ninguna técnica que,
basándose en la tendencia de una acción, permita al inversor obtener
rentabilidades superiores al mercado.
- Recordar las lecciones de la historia: Sólo un puñado de industrias que en sus
respectivas épocas tenían un gran futuro y potencial (ferrocarril, aviación,
electrónica, Internet...) han tenido a largo plazo un buen comportamiento.
- No operar "en caliente". El mercado se compone por ondas pequeñas y rápidas
que enmascaran ondas grandes y lentas.
- Desconfiar de las noticias positivas: probablemente ya estaban descontadas, y
de los movimientos ilógicos: el mercado puede ser irracional más tiempo del que
los inversores pueden ser solventes.
- Cuidado con los valores con foros muy concurridos: las mejores acciones no
suelen ser las que están de moda.
Fuente:
http://es.biz.yahoo.com/070925/193/5scyz.html